domingo, 1 de abril de 2007

Un Plomero vs. Nivea

Este fue un diálogo telefónico entre Lara, mi hermana y el plomero al que le estaba pidiendo una cotización para reparar algo en el calefón:

Lara: Hola, te llamo porque tengo un problema en el calefón...no alcanza a prender nunca y sólo sale un chorrito de agua muy finito.
Plomero: Aha....debe estar sucio...y hay que desarmarlo, limpiar el serpentín, debe tener sarro, y chequear que el paso del agua no esté tapado...serían $ 120 (N.deR. una locura!)
L: ¿$120?!!! ¡Pero usted está mal de la cabeza si piensa que le voy a pagar eso!
P: Aaahh claro...ustedes las minas tienen $120 para gastar en cremas, pero no tienen $120 para pagarle a un plomero que labura...

¿Cómo terminó la historia? Terminamos llamando a un amigo de una amiga que no nos quería cobrar, así que le pagamos $25 mas un porro y lo dejamos en su casa en el auto.

Los Planetas se están alineando


La verdad es que ando muy tranqui ultimamente no? Bueno los que me tienen en su msn se habrán hartado de leer la frase "Los planetas se están alineando" (como Niko por ejemplo..je) pero bueno, los últimos meses han sido así...mucho laburo chino intentando poner en orden algunas cosas en mi vida, como el laburo y la facultad y bueno, lo he logrado...ahora debería poner un poco de orden en mi pieza...pero vamos de a poco.

Mi primer objetivo para este año está mas que cumplido, conseguir el laburo que soñaba y pasar el CBC para comenzar la carrera. Me siento como si estuviera parado en una playa y viendo una ola gigante acercándose. Pero bueno, el hecho de que los planetas se hayan alineado me hacen sentir capaz de enfrentar todo lo que viene. A decir verdad me provoca mucha adrenalina enfrentar este año...va a estar muy bueno. Este año es como un tiempo de cosecha , donde realmente se verá el fruto del esfuerzo de los últimos tiempos de alguna manera.

Lo grosso de este momento es que estoy en una situación que soñaba, no que esperaba. Yo estudio RRHH y mi sueño era entrar en una consultora de rrhh porque me iba a permitir tener un pantallazo general de la industria y así yo llegando el momento podría perfilar mi carrera hacia los aspectos que más me gusten o vea una veta de desarrollo interesante. Eso era lo que soñaba, pero lo que esperaba era encontrar un laburo en alguna oficina de rrhh dentro de una empresa empezando de abajo haciendo el laburo sucio que nadie quiere hacer, lo cual estaría perfecto también porque ya estaría trabajando dentro de la carrera que elegí que es lo importante.

Y se dió lo que soñaba y más, porque estoy en un lugar con gente muy trabajadora, ambiciosa, buena y generosa para enseñar. Subió mi piso de crecimiento enormemente.

Este es un momento de sintonía. Es como en las cuerdas de una guitarra, si están afinadas y uno toca por ejemplo en el quinto traste de la sexta cuerda, la quinta vibrará. En este momento mis sueños, están en sintonía con mis proyectos, y lo que es fabuloso, están en sintonía con los hechos. Contagiense.

Güeno...sres. pasajero....


Los Insufribles Ambulantes de los Servicios de Transporte Público

Esta entrada está dedicada a todos aquellos seres, algunos odiosos, otros más simpáticos, pero todos insoportables e insufribles que forman parte de nuestros viajes de cada día. Con la mayoría sentimos ganas de tirarlos por las vías del tren. Sí, es medio hijo de puta lo que digo pero… quién no fue alguna vez despertado por un paquete de galletitas; a quién no le han dado una estampita siendo uno ateo? O aquellos que te entregan los stickers de Bob Esponja cuando estás charlando con tu pareja (peor aún si tu pareja te pide que se los compres), y los cantores desafinados? Infaltables aquellos morbosos que te muestran las cicatrices de sus accidentes. Si es bastante hijo de puta reírse de esto pero la idea es ver a la gente a través del humor desde otra perspectiva, expiar nuestros prejuicios y de alguna forma intentar transformar lo rutinario de lo cotidiano en algo extraordinario. Serán bienvenidas sus anécdotas a tu_anecdota_delirante@hotmail.com. Acá van las primeras…

- Nunca les llamó la atención que los exdrogadictos de los centros de rehabilitación anden en los trenes vendiendo pepas?


- Esta ocurrió en Chile; allí en algunos empleos te piden un papel de antecedentes penales y en caso de haber caído preso te jodiste. Una vez sube un tipo a un micro y contaba “…y siendo que por haber manchado mis papeles y por mi falta de cuRtura (sí, con R) es que me veo imposibilitado para conseguir un empleo…” y bla bla bla.

- Esta es medio rebuscada porque fue en la época en que estudiaba inglés, sorry man. Once I saw on a train a blind fellow selling a watch.

- De nuevo en mi querido Tren Belgrano Norte una vez subió un cantante, que tocaba la guitarra como el orto y cantaba peor, pero a su vez también venía la barra de un club del Ascenso, si no me equivoco la barra de Claypole que aparte de venir mamadísima estaban como locos cantando los temas del repertorio de Ricardo Arjona (peor, odio a Arjona) que hacía el chabón. En el vagón de al lado venía el resto de la barra cantando, gritando y haciendo un quilombo impresionante. Entonces el cantor dice: “Bueno gente linda, me despido con la última canción que la interpretaré junto con el Coro Kennedy que me acompaña[1]”.- No me olvido nunca de un cantor de música andina que siempre andaba con un discurso de liberar las mentes del consumismo, de las cadenas del imperialismo y la mar en coche hablando por celular con su mujer y escucharlo marcar tarjeta. Hasta ahí le llegó el discurso libertador.

- Para finalizar, un loco (no era yo) andaba pidiendo monedas en el andén de un tren a la gente que estaba en las ventanas. En eso el guarda da la orden de salida y el tren comienza su marcha y el loquito le grita: “Pará viejo! No ves que te me llevás a mis clientes? Me falta cobrarles a algunos todavía!”

[1] Para los que no lo conocen el Coro Kennedy es un reconocido conjunto coral de niños de la Argentina.

La Manzana Cromática Protoplasmática

Muchas veces les he comentado que del diario Página 12 extraigo la mayor parte de mis posteos, pero esta vez nop...esta noticia la encontré en La Nación.

Hay una banda que se llama La Manzana Cromática Protoplasmática y con ese nombre no puede otra que estar muy buena, o creo que estarán de acuerdo conmigo, en que es muy apropiada para mí.

En fin, siendo que son una banda autogestionada, y al parecer buena gente, si ven un afiche de ellos vayan a verlos porque parecen que hacen shows muy divertidos, de todas maneras, y con el perdón de ellos les dejo un par de links para que escuchen un par de temas; otro link con su página, y finalmente otro con el link a la nota del diario para que saquen sus propias conclusiones.

Que lo disfruten...

La Manzana Cromática Protoplasmática
http://www.lamanzanacromatica.com.ar/

Esta es la nota del diario La Nación que abrió la puerta dimensional de esta banda en mi vida.
http://www.lanacion.com.ar/861825

------Pronto tendré unos temas disponibles para que puedan bajar-----

De tal astilla...tal palo???

Esta historia es increíble. le ocurrió a mi viejo esta mañana. El fue al médico a hacerse unos estudios y mientras esperaba viene un tipo y le pregunta si es afiliado a la obra social de los bancarios, mi viejo responde afirmativamente y contesta que no cuando le preguntan si había votado en las elecciones de la obra social.
Entonces lo llevan a mi viejo, que tiene 78 años, en un taxi junto a una señora que es una enfermera jubilada que trabaja en no recuerdo qué hospital. Ella tiene 85 años. El viaje que era de seis cuadras tuvo el siguiente diálogo:


Ella: De qué signo es?
Papá: De Libra
Ella: Ay, yo soy de Virgo, son signos afines, no se quiere casar conmigo?

CHAAAAAAANNNNNNNN!!!!!

Y bueno, parece que somos parte de las nuevas Historias de amores ridículos de Milan Kundera. Lo gracioso es que lo único que yo levanto son putos que escriben a números equivocados....y bueno...habrá que probar...en la variedad está la diversión...mmmm.... no, ni en pedo...mas vale solo que mal acompañado...

Secuencia telefónica...cuidado donde meten los dedos

Esta es la historia más delirante que me ha ocurrido, y tiene que ver con los sms que he intercambiado con otra persona.

El sábado a la tarde recibo un mensaje que decía. "Hola, cómo estás, te escribe garganta profunda". A todo esto, como me habían robado el celular y por ende perdí muchos números creí que podía ser dos personas que conozco: un amigo que siempre me invita a salir de gira o una amiga que...bueno, los detalles obviemoslos. Entonces sigo un poco el juego pensando que podía ser uno de estos dos sujetos.

Mensaje va, mensaje viene hasta que recibo uno que dice: "Disculpame, estuve escribiendo a un número equivocado". A lo cual respondo con un mensaje en tono irónico diciéndole que el suspenso lo maneja a la perfección y que fue un placer. Ya era domingo a todo esto. Entonces me responde que soy un sorete, a lo cual mi réplica fue "Claro, vos me haces la cabeza durante todo el fin de semana y el sorete soy yo".

Luego se da una seguidilla de mensajes con mucho doble sentido y me pregunta si soy soltero o ando de trampa, yo le contesto que estoy soltero (con o, porque soy nene, yo tengo pito); me responde que le gusta la trampa y sin compromisos, a lo cual yo me dije: listo está es la mía. A todo esto yo le trataba como si fuera una mina porque hasta ese momento no sabía nada fehacientemente. Un ejemplo: recibo un mensaje diciendo: "me parece que sos muy vueltero, arrugaste". Yo a eso respondo:"mirá chiquita (con a, porque yo pensaba que era una nena que tenía vaginita), yo no arrugo y si crees que soy muy vueltero nos vemos el miércoles". Entonces empezamos a mandarnos mensajes con horarios, lugares de trabajo etc. pero no quedamos en nada.

El lunes siguen los mensajes, más tranquis hasta que recibo un llamado de esta persona, y no era una mina, como yo pensaba y como yo le trataba hasta ese momento sino que me habla un tipo. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue que era la pareja de la mina y que me iba a reputear por un lado y rastrear mi celular por satélite hasta degollarme las pelotas, pero no, no pasó eso porque el tipo no era la pareja, sino que me había confundido con una mina el muy pelotudo, pero lo peor no fue eso sino que el tipo ES PUTO!!!!!! Y me invita a salir diciendome que por teléfono soy muy agradable y blah blah blah, lo cual obviamente rechacé y ahí quedó todo. De terror.

El último mensaje que me manda fue un asco: "Mirá que los petes los hago yo y me gusta como el helado". Un asco.

Moraleja: Es más que evidente no? Cuidense con quien se comunican y metan bien los deditos en el teléfono. No sean que terminan con otras cosas metidas en lugares que no quieren que esten metidos.

PD: si alguien quiere probar una nueva experiencia pueden llamar a Jorge, de 35 años, al (54-11)-15- 6189-2834.

Tres días sublimes

26 de Noviembre 2005

Segundo Recital de Pearl Jam en Buenos Aires, Estado de Ferrocarril Oeste:


La foto es del segundo recital y significó un sueño hecho realidad, ver una de mis bandas favoritas de mi adolescencia dando un show de la hostia y con una entrega total por parte de ellos y por parte nuestra, nuestra más absoluta devoción. Un Vedder emocionado que no paraba de agradecer junto con Gossard, aparte de un buen showman un gran guitarrista. Cameron y McReady manteniendo la base a full junto con Ament. ¿Por qué no elegí una foto de Vedder o de Stone Gossard que son más emblemáticos? Les explico:
Jeff Ament durante casi todo el recital estaba metidísimo en su bajo, y no paraba un segundo, saltando agitando. Pero después de Black que todos nosotros nos quedamos coreando, cuánto? 5 minutos...10? No importa, pero su gringa cara fría e inexpresiva se transformó en sorpresa y admiración por nuestra entrega mientras gritábamos "...es un sentimiento..no puedo parar...soy Pearl Jam.." Y el miraba absorto...15 años de carrera, cientos de recitales encima y aún así hubo un espacio para desencajarlo de su lugar, y sorprenderlo. Es difícil explicar todo el brillo en su cara, fue increíble, para ellos y para nosotros. Fue una noche tan vibrante. Yo estaba tan metido en el recital que no me dí cuenta que una mina me había agarrado la mano en el show hasta que me senté en el bondi una hora después. Como yapa tengo todavía un palillo de Matt Cameron, que como si fuera poco, también fue batero de Soundgarden. Después del recital sentí que si ese día moría, estaba bien, no me iba a molestar, había vivido lo suficiente
.


4 de Julio 2005
Squier Stagemaster - Primer Guitarra Eléctrica de mi vida:

Esta es cortita... estaba tan bobo por comprar esta belleza que no reparé en la fecha. Igual ese día me pagaron en uno de mis laburos y no me iba a aguantar otro día de todas maneras. Recuerdo haber estado jodiendo a mi compañero de trabajo durante una semana con la cuenta regresiva como si fuera mi cumpleaños. Ahorré durante 2 meses la plata, caminé y entré a 120 tiendas de instrumentos de Capital y GBA y fue amor a primera vista. La primera vez que la ví, no la toqué. Lo hice una vez que tenía una gran parte de la plata. Y fue mágico, lo sigue siendo, es increíble, es una cosa del demonio...está muy bueno. Me voy a tocar (la guitarra, tan enfermo no soy) un rato...permiso!




19 de febrero 2005
Recital de Kevin Johansen + The Nada, Reñaca, Chile:


Este fue un día de quiebre en mi vida y que significó ponerle punto final a una historia de amor que terminó muy mal. Significó ponerle punto final a mi fracasado matrimonio de 2 meses. Sí, meses, no años. Imaginense, todos los sueños frescos hechos trizas como una casa en un huracán. Y la música de Kevin Johansen estuvo presente en esta etapa densa, tirandome para arriba, como impidiendo que me bajoneara. Hay un tema que se llama "Timing" que hizo click en mi cabeza y que me hizo darme cuenta que tenía que hacerme cargo de la situación y ponerme firme, sobretodo conmigo mismo. Recuerdo ese momento, el del click. Yo venía pensando en todos mis dramas mientras escuchaba el discman y cuando la canción dice "do it now, just do it now/timing is the answer to success.." ahí me di cuenta que tenía que poner plazos y tomar decisiones. Y no dar un paso atrás. Que es lo más difícil para mí. Recuerdo la "oscuridad" en la que estaba sumido hasta ese momento y después del click darme cuenta que el día estaba soleado, y ví a un loco que jugaba al básquet con un tacho de basura y le tiraba piropos indiscriminadamente a cuanta mujer pasara por su lado. Recuerdo haber sonreido y sentir que pedazos de mi cara se movían después de mucho tiempo. Fue muy extraño, sentir que no había sonreído en mucho tiempo.
Todavía ella estaba en el país, el 24/2 partió rumbo a Estados Unidos, y el recital de Kevin Johansen al cual íbamos a ir juntos, iba a ser nuestra despedida. Ella no fué, y como era gratis, yo no iba a dejar de ir, aparte que ya había pedido permiso en el restaurant donde trabajaba.
Voy a subirles las fotos. No solo fui al recital, me saqué fotos y todo el cholulaje posterior, sino que además, cuando uno de los músicos dice "mato por un mate" yo salto y le digo que trabajo a 500 mts de ahí (en Delicias del Mar) y que tengo el equipo de mate, que si quiere lo iba a buscar. Fui de una, y estuve en el backstage, compartiendo con todos los músicos. Ahí escuche que el batero de ellos tocó con Piazolla, con Joao Gilberto, Jaime Roos y una banda de clásicos más. Comí de lo lindo recuerdo. También había tenido que correr una bocha para comprar yerba que se me había agotado y con la gente que había en la costanera no iba a poder tomarme el bondi porque no llegaba más. Toda la bronca y la tristeza que tenía ese día fue como si nunca las hubiese sentido. Y ahí me llené de energía para mi retorno a la Argentina, el cual había decidido con "Timing". El cual me permitió vivir los otros días sublimes de esta historia (hay más obvio, ya las contaré tal vez). El retorno a un lugar conocido y nuevo a la vez (yo soy de Neuquén, y volví a Buenos Aires). Me di cuanto gusto me podía dar después de ella. Incluso hoy siento que estoy en la mejor etapa de mi vida.
Hasta esa noche yo no había escuchado nada del tercer disco de Kevin Johansen "City Zen". Y me sorprendió bastante. Pero la mejor parte fue cuando tocaron "Desde que te perdí" y dice la canción: "desde que te perdí/se están enamorando todas de mí/y hasta algunas me quieren convencer/que con ella podría ser...feliz".
Esta es la noticia que conmovió a mi barrio ayer y que tien que ver con el avión que cayó a 300 mts. de mi casa. Esta copiado del Diario La Nación.

En Villa de Mayo: cayó en un descampado un viejo avión biplaza del Ejército Argentino

Dos pilotos evitaron una tragedia mayor

La pericia de ambos militares, que fallecieron en el accidente, hizo que no embistiera una escuela y un supermercado
Eran las 8.10 y la despoblada cancha de fútbol parecía ser la única alternativa posible para evitar una tragedia mayor. Apenas dos kilómetros habían alcanzado a recorrer los dos pilotos militares, que pocos minutos antes habían partido de Campo de Mayo en un avión Grumman OV-01 Mohawk del Ejército Argentino, cuando un desperfecto en uno de los dos motores les hizo perder altura abruptamente.

La desolada superficie de tierra y pasto, situada en la esquina de las calles Eva Perón (ex Wilson) y Perdriel, era la excepción dentro del barrio bonaerense de Villa de Mayo, en el partido de Malvinas Argentinas. Aunque pudieron utilizar los asientos eyectables, los tripulantes habrían decidido no hacer uso de ellos, posiblemente para evitar que la aeronave cayera sin control sobre las viviendas. Habrían intentado entonces hacer un aterrizaje de emergencia en el descampado, aunque sin éxito, ya que el avión se estrelló y sus dos ocupantes fallecieron en el acto. Ambos fueron identificados como el capitán Gonzalo Francisco de la Cruz y el sargento ayudante Roberto Antonio Quesada.

Algunos testigos del accidente dijeron que vieron cómo el avión perdía altura y planeaba tratando de esquivar las casas de la zona. Luego giró sobre su eje y, boca abajo, cayó en la improvisada cancha de fútbol, en un descampado. "El avión volaba bajo, dio una vuelta, trató de esquivar uno de los camiones estacionados frente al supermercado y cayó de punta. Inmediatamente se prendió fuego", dijo a LA NACION Andrea Sánchez, que vive justo enfrente del predio donde se precipitó la aeronave. Los restos de la cabina y la cola de la aeronave quedaron desperdigados a metros de un supermercado, de una escuela y de los cientos de casas bajas que rodean el terreno. Falla en un motor Según informó ayer el Estado Mayor General del Ejército, la aeronave "efectuaba un vuelo de rutina ordenado, cuando por causas que se tratan de determinar cayó poco después de despegar del Aeródromo Militar de Campo de Mayo". El director de Defensa Civil del Municipio de Malvinas Argentinas, Mariano Aguilar, dijo que el piloto, ni bien salió de Campo de Mayo, había informado a la torre de control que tenía uno de sus dos motores averiados.
"Cuando salió de Campo de Mayo el avión ya estaba en emergencia. En una maniobra desesperada, para evitar caer sobre las casas, el piloto trató de aterrizar en este lugar, dio una vuelta de campana y se estrelló", indicó Aguilar, que fue uno de los primeros en llegar al lugar de la tragedia. Pasadas las 11.30, el jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini, llegó al lugar del accidente y evitó dar precisiones. Sólo dijo que la aeronave tenía "un buen estado de mantenimiento". Sin embargo, Aníbal de la Cruz, hermano del piloto fallecido, denunció que la víctima ya había tenido problemas con un motor de ese mismo avión. En declaraciones radiales, el familiar afirmó ayer que su hermano "a veces iba a Paraguay a comprar equipos neumáticos para reparar la máquina que comandaba". Según su hermano, hacía un tiempo que el piloto "se sentía desilusionado con el Ejército" "Todo está de terror" Al ser consultado acerca de las expresiones del jefe del Ejército respecto de la tragedia, Aníbal de la Cruz señaló: "Me llamó la atención porque dijo que todo anda bien y no es que ande bien. Todo está de terror". En las investigaciones del caso interviene el juzgado federal en lo Criminal y Correccional N° 2 de San Martín, a cargo del Alberto Martín Suárez Araujo, que dio intervención a la Junta de Investigaciones de Accidentes de la Fuerza Aérea, que ayer por la mañana realizó los peritajes en el lugar de la tragedia.

María Eugenia Baliño

Link corto: http://www.lanacion.com.ar/840322
A ustedes les parece que un profesor de universidad dicte algo como lo que sigue?

Me despierto a la mañana y apago mi despertador Citizen (suizo). Voy a la cocina, abro la heladera Phillips (Alemania) y me sirvo un vaso de Coca Cola (Estados Unidos). Prendo la televisión Sanyo (Japón) y me pongo los jeans Wrangler y me calzo las zapatillas Nike (Estados Unidos). Prendo un Marlboro, salgo a la calle y paro un colectivo Fiat (Italia). Desde la ventanilla veo como estaciona un coche Renault (Francia).

Todo bien, cada cual tiene sus ideas políticas y está bien expresarlas sea el ámbito que sea, pero lo anterior que dictó un profesor de Sociedad y Estado del CBC de la UBA es una pelotudez. Ante tamaña aberración y falta de respeto, porque siento que este tipo me toma por imbécil, me voy al bar a relajarme con una Quilmes (Brasil) bien fría.

BOMBA

Se disponía a viajar de Chicago a Turquía con su madre y sus pequeños hijos. Mardin Azad Amir decía su pasaporte iraquí y en su bolso de mano le descubrieron un bulto raro. “¿Qué lleva allí?”, preguntó la agente de seguridad. Azad Amir se puso rígido, miró avergonzado a su madre y a sus hijos y balbuceó una palabra: “Bomba”. En el aeropuerto de Chicago se desató la histeria y Azad Amir terminó preso. El bulto era una bomba, pero no de las que explotan, sino una bomba para aumentar el tamaño del pene. Si resulta culpable de “alterar el orden público” podrían condenarlo a tres años. El hombre denunció que fue discriminado porque “la mitad de los norteamericanos usan bomba para el pene y a mí me detienen por ser árabe”.

¿A dónde van los tamagotchis cuando mueren?

Ya lo saben, el suplemento Radar que aparece los domingos con el diario Página 12 es mi mayor fuente de información divertida. Y bueno para ustedes que tuvieron alguno (mi mamá nunca me lo quiso comprar) les dedico estas hermosas líneas y les invito a que expongan sus propias experiencias y qué traumas han quedado de aquella separación.
Por Natali Schejtman

Si cada tanto reaparece alguna nueva propuesta de mascotas virtuales adaptada a los avances tecnológicos de hoy –internet, celulares, etcétera–, lo cierto es que ninguna logró meterse en tantos hogares como los tamagotchis de mediados de los ’90, unos objetos circulares a pila que irrumpían a toda hora con inusitadas demandas y sorprendían, también a toda hora, con muertes inimaginables. Ahora, apenas si es posible encontrar pocos ejemplares en algún polirrubro barato o entre coleccionistas de juguetes viejos. Pero entonces: ¿qué pasó con ese ejército nipón tamaño bolsillo que en su momento llegó a preocupar a padres y autoridades escolares? Aquí, algunas respuestas.

Muerte hardcore

Corría el año ’97 y Federico Fahsbender se sentía un outsider de su secundario de Zona Norte. Era bastante retraído, coleccionaba comics y estaba tomando la difícil decisión de patear para siempre “una existencia medio bizarra”, dejando atrás el death y el black metal y volcándose hacia la moral del hardcore. Como parte de su personal terapia de rehabilitación llegó Igor, un tamagotchi que Federico se había comprado en un puesto callejero, una mascotita destinada a encender su “ego bondadoso”: “Al principio yo lo cuidaba, le daba cariño, empecé a considerarlo como un hijo. Pero no siempre podía estar encima. A veces me portaba como típico mal padre divorciado hijo de puta: primero mis cosas, después Igor. Y tuvo varias muertes por eso: porque yo estaba en clase, por ejemplo, y no podía atenderlo”, cuenta hoy a los 23. Lejos de dejarse vencer por las sucesivas muertes (sólo había que restartearlo para que volviera a nacer), Federico empezó a notar que cuidar de su tamagotchi lo reconfortaba en un momento de sinsentidos y acné. Comenzó una época en que lo llevaba de un lado a otro, les prestaba atención a sus necesidades fisiológicas, a tal punto que un día Igor amaneció con alitas en su pantalla, un guiño de agradecimiento en lenguaje virtual. Una tarde, después de una extenuante jornada de ensayo, Federico se fue a dormir la siesta. Igor gozaba, supuestamente, de salud rebosante y en su sueño no sospechó ni remotamente que cuando se despertara Igor dibujaría en su minúscula pantalla unas cruces como reemplazo de ojos y boca. Al verlo muerto, Federico se sacó: “Me agarró una demencia total y dije ‘Fuck you tamagotchi! ¡No me vas a hacer sufrir más!’”. Entonces lanzó el cadáver de Igor contra el piso de su cuarto y lo aplastó con su bajo, hasta desfigurarlo por completo. Una vez descuartizado, lo lanzó con violencia por la ventana, esperando que algún animal de Beccar se lo comiera. Después de tal desilusión, prometió nunca más encariñarse con un “monstruito que se muere de nada” ni desplazar a su gata de su dedicación exclusiva.

Muerte experimental

“Yo estoy muy pegado a la cultura asiática”, explica con ascetismo Nicolás Melmann, como para enmarcar su fascinación tardía con el tamagotchi, mientras propone una visita guiada por su cuarto para mostrar todo lo oriental que hay en sus estanterías: pilas de dvd de Takashi Mike o Shinya Tsukamoto, viejas revistas de diseño japonesas, varias copias de Kyoko, su primer y flamante disco, con una portada hecha a base de diarios japoneses; muñequitos de personajes de animé –desde cabezas gigantes con esos ojazos redondos sobreabiertos hasta recreaciones en cuerpo entero de AstroBoy y Slam Dunk, una orgullosa Mac (ideal para tocar en vivo) y, en medio de todo, el cadáver del tamagotchi, un artefacto rojo y amarillo que perdió el colgante. Nicolás lo encontró en un puesto de juguetes viejos, en una plaza, y se lo compró el año pasado, con 24 añitos: “Me lo tomé muy en serio, empecé a jugar, era como un reality show”, recuerda, mirando de reojo el objeto. Pero el aparato mostraba una fragilidad escandalosa, nada lo mantenía vivo y eso a Nicolás le resultaba insoportable, tanto que hasta llegó a enemistarlo con el bicho. Fue entonces cuando decidió comenzar una seguidilla de asesinatos experimentales, muy a lo hamster: lo hacía correr por horas, lo dormía y despertaba, se excedía con las inyecciones hasta matarlo por sobredosis y llegó a ejecutarlo reiteradas veces tocando con un alambre justo ahí donde su sistema vital no podía más que reiniciarse. Después de tantas muertes y reseteos, llegó el momento mundano de su extraña relación con esa “cosa amorfa”: se acabaron las pilas y quedó postrado en un estante. Nicolás no renuncia a su interés por la mascota virtual, pero confiesa algunos reparos: “Pensé en comprarme otro, pero no quería que fuera tan trucho. Me gusta, es divertido, pero también me pasa que cuando se muere logra apenarme”.

Muerte a sangre fría

Pasaron siete años y Mora Martin puede contar el último día de su Dinky Dino –la versión jurásica del tamagotchi– con ligereza, aunque enseguida recuerda lo desahuciada que se sintió en ese momento, y de qué manera apabulló a su hermano con insultos y a grito pelado. “Para mí no era un juego, ¡era de verdad! Es como ahora cuando esperás un mail, que estás pendiente todo el tiempo...”, se ríe a los 19, reconociendo que ya en ese momento estaba un poco crecida para aficionarse a ese extraño jueguito. A los 12, su dependencia era absoluta y cada muerte era una frustración que, en última instancia, se superaba con la mágica tecla reset. Pero ésta, la última, la más sangrienta, fue la peor de todas. Como todos los días, Mora le había dado de comer a su demandante artefacto y se había ido al colegio, dejándolo en alguna repisa, sin imaginarse el trágico atentado irreversible con que su hermano mayor, claramente escéptico del boom de las mascotas tamaño llavero, atacaría al dinosaurio virtual. A la vuelta del colegio, Mora hurgó por toda la casa sin éxito en busca de su animal. A simple vista, el Dino no estaba por ningún lado. Sólo le faltaba revisar en el jardín. Lo primero que vio fue una silla alejada, sobre el pasto. Raro. Caminó unos pasos en esa dirección y advirtió una de las teclas, tiradas en el piso. Después, la pantallita. Y ahí entendió todo: su hermano había colocado al Dinky Dino en una silla y le había dado tres tiros con su propio juguete, una escopeta de aire comprimido que hizo trizas a la pobre mascota.
Mora no se acuerda exactamente qué hizo con los huesos. Sospecha que no lo pudo haber tirado en ese momento, que lo guardó por un tiempo largo hasta que una mudanza se encargó de enterrar el cuerpo en el olvido, definitivamente.

Muerte judaica

En la familia, todos conocían la siguiente anécdota: una vez, los primos de Carolina tuvieron que hacer un viaje y le dejaron a la idishe abuela la tarea de cuidar de sus tortugas acuáticas. Al regreso, cuando fueron a buscarlas para llevárselas de vuelta a casa, se dieron cuenta, para sorpresa de todos –incluso de la abuela–, de que las dos tortugas estaban híper obesas y muertas, flotando en el agua. Es irrisorio imaginar que algo así como una predisposición genética pueda estar involucrado en la muerte del tamagotchi de Carolina Colmenero, pero lo cierto es que ella hoy se regodea haciendo jugar la historia de su mascota virtual en las grandes ligas del psicoanálisis. Carolina estaba atravesando un verano muy de barra de amigos todos-juntos-todo-el-tiempo (“El club del clan con onda banana”, se llamaban a sí mismos), y así fue como tres de las chicas del grupo –doceañeras, excepcionales dentro del resto de sus amigas hippies tecnofóbicas y anticonsumo– se cayeron un día con tres tamagotchis, para cuidar entre todos: “¡Seguro que me lo compré en el Alto Palermo!”, dice Carolina con humor, que pasó ahí buena parte de esas vacaciones noventosas. Los bebitos virtuales eran cuidados por todos y Carolina llevaba encima el suyo a todas partes. Hasta que tocó el tradicional almuerzo familiar de los sábados, todos comiendo hasta desabrocharse el cinturón, sin poder negarse a una bobe amorosa. Durante la sobremesa, una vez en el living, Carolina y sus primos empezaron a jugar con el muñeco a pilas y con especial saña lo hicieron atragantar de comida, tal vez embebidos en el espíritu de la casa o en la tradición familiar. El tamagotchi no aguantó semejante cantidad de alimento y se declaró muerto a los pocos minutos de la ingesta. Carolina recuerda esa como la última escena de su mascota. Después de ese episodio familiar, ella ni intentó revivirlo y lo dejó a un costado para siempre.

Muerte por abandono

“No soy de establecer vínculos fuertes. Soy más bien solitaria..., no me gusta que dependan de mí.” Valeria Waingarten llega a esa conclusión después de contar cómo pasaron por sus manos unos cinco tamagotchis y cómo el entusiasmo por el nuevo integrante devenía en una indiferencia con matices de maldad. Valeria los compró siempre por convicción: a los diez, hinchó para ganarse el primero, una versión pirata del que se vendía en las jugueterías; entre los quince y los dieciséis volvió con el hábito; a los dieciocho, lo mismo, esta vez desde la nostalgia. Ahora, a los veinte, confiesa que sintió una tentación irrefrenable cuando un tamagotchi fluorescente y desagraciado parecía pedirle por favor que se lo llevara de esa góndola de un Todo x 2 pesos: “¡Era re tierno!”, dice Valeria para justificar su debilidad por las mascotas virtuales, pero enseguida el ímpetu flaquea: “¿Pero por qué me despertaba a las 6 de la mañana? ¿Otra vez me necesitás? ¡Yo tengo una vida! ¡Date cuenta!”, sonríe con chispa y hace como si le hablara a uno de esos aparatos, personificado ahora por su mascota real, una chihuahua de menos de 4 kilos. En ese vaivén amor-odio, los tamagotchis de Valeria desaparecían con la rapidez con la que seguramente soñaron los cráneos de Bandai, la empresa creadora del aparato. “A veces le daba golosinas y él era feliz, entonces yo le seguía dando golosinas pero no me daba cuenta de que iba teniendo menos salud hasta que se moría”, cuenta Valeria, que oscila entre querer quitarse responsabilidad por esas muertes y asumir que en realidad empezaba a odiarlos muy rápido, y que varias veces los mató para siempre quitándoles las tuercas. Al rato de alegrarse por la llegada del juguete nuevo, lo perdía, lo rompía o se lo dejaba olvidado en un cajón. Una vez, un sonido agudo y extraño la despertó en medio de la madrugada. Valeria buscó por todo el cuarto porque no la dejaba dormir, hasta que encontró a su hasta ahora último tamagotchi agonizando entre las medias de un cajón. Con ruido y todo, el bicho fue a parar a la basura. Para ella, indolente como se la ve, la de las mascotas virtuales fue una experiencia decisiva, a tal punto que, por ahora, sigue dudando sobre si quiere tener hijos de verdad.

Muerte “accidental”

Agostina Mauro era la líder de su grado, claramente. No había muchos que se dignaran a disputarle ese lugar: ella era graciosa, avispada y ruda, y esa mezcla obligaba a cualquier competidora a correrse de su camino. Agostina logró que le compraran una mascota virtual después de insistir durante meses, cuando ya el tamagotchi formaba parte de la agenda de preocupaciones de algunas autoridades escolares y no había ningún sub-12 que no corriera detrás de los absurdos y continuos requerimientos de esos personajes insoportables. Ella no sólo no se perdió el furor sino que, en su ámbito de influencia, lo aderezó con la personalidad de una niña de temer. Como chiche nuevo, su Dinky Dino le acaparaba toda la atención: “Al principio era un bebé, entonces le cambiaba los pañales, me despertaba a la noche para ver si estaba bien, le daba remedios, pastillas, de todo”. Agostina estaba enganchadísima con el dinosaurio y compartía anecdotario con sus amigas de escuela, sentadas en ronda, cada una tecleando otra cosa con tal de satisfacer a sus hijos virtuales. Pero las líderes, se sabe, siembran algunos rencores, y eso se puede manifestar de las maneras más crueles. Una compañera de grado, Melisa, “que ojalá lea esto”, le pidió prestada la mascota porque era la única que no tenía una. El Dino estaba en su mejor momento: “Me había durado ochos días, que es un montón, estaba obeso, yo le daba cosas ricas, ‘tomá más mayonesa’, le decía...”. Melisa, lo agarró sigilosamente y lo tiró al piso, según ella sin querer, pero a Agostina poco le importaron las explicaciones y castigó a Melisa con dos trompadas contundentes, al grito de “¡Me lo mataste! ¡me lo mataste!”, mientras la otra le contestaba que estaba loca. El Dino no volvió a funcionar: se prendía y se apagaba intermitentemente. Era desesperante, hasta que Agostina se quedó sin fuerzas para seguir intentando y no lo tocó más. A Melisa, por unos cuantos días, le hicieron el vacío todas las chicas del grado.

Muerte por incontinencia

La memoria de Victoria Porras no es de lo más prodigiosa. Apenas recuerda hechos aislados de la vida del tamagotchi y uno particularmente asqueroso de su muerte. Tenía ella entre 8 y 10 años. Se lo había comprado sin llegar a dilucidar qué forma exacta tenía el bicho, si era una persona, un dinosaurio o algún otro animal... Ella lo tenía siempre encima, respondía a sus aparatosos ruidos nocturnos y le insistía para que aprendiera los números en lugar de sólo jugar, como siempre quería hacer su mascota holgazana. Inducción mediante, Vicky notó que su tamagotchi estaba atravesando algo así como la pubertad: “cambiaba el cuerpo, se enfermaba, le pasaban cosas raras. Y por sobre todas las cosas no quería parar de comer”. Después de unos cuantos días de dedicación exclusiva, Vicky empezó a darse cuenta de que había sido demasiado complaciente al darle de comer cada vez que el tamagotchi tenía hambre, sobre todo considerando que eso sucedía demasiadas veces por día. Pero cuando se puso firme y paró con el alimento (en coincidencia con cierto hastío), era tarde: el tamagotchi había desarrollado una diarrea furiosa, que no se detenía con ninguna de las estrategias que su software proponía: “No paraba de cagar y no es una exageración”, recuerda Vicky, cada vez con más claridad. “El bicho este no paraba: lo limpiaba y seguía, lo bañaba y seguía, le daba inyecciones porque me parecía que capaz que eso era una enfermedad, ¡pero tampoco!” Vicky consultó con sus amigas de ese momento y reflexionó sobre qué medida tomar, algo impresionada por la situación, que encima se graficaba en la pantallita con un cuerpo que se acercaba a un inodoro y se bajaba los pantalones, lo cual hacía todo más tétrico. “Hasta que decidí dejarlo morir –dice Vicky, que por entonces ya estaba desinteresada en ese objeto tan desagradable–. Y lo deje ahí, solo, para que pare de cagar o para que decida morir.
Y murió.” Acto seguido, después de semejante escena, fue abandonado en un cajón, sin duelo ni dramatismo.